Cada día, cuando se marcha el sol, la soledad se pinta los
labios y las uñas, la soledad se peina, se pone un ajustado traje de noche y
sale dispuesta a hacer la ronda, dispuesta a visitar, uno por uno a los
solitarios... a sus fieles. La soledad acompaña en el autobús a una muchacha
triste que regresa a casa, besa un mendigo y lo deja dormido en un portal, da
algunas vueltas y se entretiene con un portero de noche, charla con una
prostituta aburrida, se mete en la cama con un presidiario que no tiene sueño y
le habla de la vida de fuera, la soledad acompaña a un camionero unos
kilómetros, entra en los hospitales, bromea con los taxistas, sube a visitar a
una anciana enferma, la soledad arropa y acuna a un niño que se despertó y
tiene miedo. Va de un lado para otro sin descansar y sin olvidar a nadie.
Princesa de la noche, inevitable compañía de los insomnes y noctámbulos…
By Sebastián Millar.
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